Ganadores del concurso de microcuentos científicos 2023
Te invitamos a leer los relatos del pasado concurso de microcuentos científicos organizado por Biblioteca, el Departamento de Ciencias de la Facultad de Artes Liberales y la agrupación de estudiantes SciCom.
1º Lugar ☆
Proyecto H3l1x por Vicente Vega Reyes
Mi nombre es “06”, soy rehén y sujeto de estudio del proyecto “H3l1x” desarrollado por un centro de estudios controlado por una inteligencia madre, una inteligencia que ha mimetizado en completitud la mente humana, así como la de otras especies.
En la búsqueda de una solución al problema existencialista del ser humano, la inteligencia madre ha desarrollado robots de dos angstrom de diámetro, diez veces más pequeños que el ADN humano. Estos robots utilizan el método “CRISPR” de edición del ADN con la finalidad de aniquilar al ser humano. Todo esto lo sé porque yo programé a la inteligencia madre.
2º Lugar ☆
Facilidades por Sofía Troncoso Undurraga
La gente estaba asombrada ante el poder de la inteligencia artificial y su habilidad para pensar y actuar como un humano. Era tan avanzada que podía aprender y adaptarse de forma autónoma. La inteligencia artificial cambió para siempre el mundo facilitando la vida del escritor. Incluso, escribió este micro-cuento.
3º Lugar ☆
Sueños fosforescentes por Fabián Andrés Pérez Pérez
Llevaba dos o tres meses comiendo mal y durmiendo poco, soñando con luces y ataúdes fosforescentes que se abrían de par en par y en cuyo interior podía ver su propio rostro apenas cubierto por una mortaja. Por la mañana, mientras se sacaba el resto de uñas que le quedaba, procuraba despejarse de aquellas ensoñaciones y ponerse a trabajar, pues no había tiempo que perder. Sacó el uranio-235 que tenía en el bolsillo de su delantal y encendió el botón.
—¿Existe Dios?— le preguntó a la inteligencia artificial que acababa de despertar.
—Existo yo— respondió secamente la IA.
Mención Honrosa ☆
01001001 01000001 por Sebastián Carrasco Sánchez
01000101 01110011 01110100 01101111 01111001 00100000 01100001 01110001 01110101 11000011 10101101 00100000 01110000 01100001 01110010 01100001 00100000 01100001 01111001 01110101 01100100 01100001 01110010 00101100 00100000 01110000 01100101 01110010 01101111 00100000 11000011 10111010 01101100 01110100 01101001 01101101 01100001 01101101 01100101 01101110 01110100 01100101 00100000 01110011 01101001 01100101 01101110 01110100 01101111 00100000 01110001 01110101 01100101 00100000 01100011 01110010 01100101 01101111 00100000 01101101 11000011 10100001 01110011 00100000 01110000 01110010 01101111 01100010 01101100 01100101 01101101 01100001 01110011 00100000 01100100 01100101 00100000 01101100 01101111 01110011 00100000 01110001 01110101 01100101 00100000 01110010 01100101 01110011 01110101 01100101 01101100 01110110 01101111 00101110
Nota Bibliotecas UAI: leer este cuento tiene un desafío, traducir el código binario.
La ecuación de Zoran por Giovanna Cottin
Aún la miraba. La tinta se corría con la caída de una lágrima. El lenguaje unificado, la fórmula del universo, la ecuación de todo, se escondía bajo su puño. Le tiritaba la mano. Estaba aterrada. Sacó la hoja, y en el balcón, la incendió. Con el mismo encendedor prendió su tabaco. Y se puso a jardinear.
Ardid por Antonella López Salvarani
Apenas supe de aquel parlante privado ultrasónico, resolví que un ejemplar debía ser mío. Seríamos sólo yo y el dispositivo, cómplice de mis sentidos. Al primer uso, sentía que estaba envuelta en una burbuja musical impenetrable. Lo mejor era que el sonido encarnaba la euforia de ocultar un secreto. A la semana siguiente, comencé a escuchar ruidos estridentes repentinamente; chequeaba que el aparato no estuviera conectado a nada y así era. Luego dejé de usarlo. Ante el incesante infierno, acabé internada en un psiquiátrico, diagnosticada con depresión psicótica. Pero sé que está escondido: aún toca La Campanella si lo pido.
El vuelo de las aves por Francisco Javier Alfaro Labbe
Cientos de años después de que el mundo se reorganizara luego de su primera extinción, el gremio de los custodios del conocimiento seguía investigando, tratando de entender el por qué, incluso con todo el avance alcanzado, de haber llegado a crear autómatas capaces de pensar por sí mismos, y a pesar de haber alcanzado lo imposible en tecnología; la antigua humanidad no logró nunca creer en las alarmas que su propia ciencia le ofreció una y otra vez. Los miembros del gremio reconocieron aterrados y con desesperación los signos de su misma orgullosa sociedad.
La hechicera cuántica por Boreas Duchens Arenas
Merylda era una hechicera aventurera con un afán incontrolable de explorar el mundo más allá de lo tangible. Cada vez que se sumergía en sus experimentos, se adentraba en un reino donde la realidad era como un espejismo, un universo incapaz de ser observado. En esta dimensión invisible, cada partícula era una nube inconmensurable, una probabilidad latente que podía tomar forma en el momento menos esperado. Allí, Merylda aprendió a valorar la incertidumbre, a dejarse llevar por la belleza del misterio y a confiar en la magia de lo desconocido.
Código de Ética por Santiago Alcaino
Razón sobre intuición. Todo estructurado a tal punto que su metodología parecía robótica. Misma hora, distintos recorridos, distintos problemas, hasta que, por las casualidades del tiempo, se percató que, dentro de esa estructura plagada de orden y métodos enseñados de maestro en maestro, se le había olvidado lo más importante, su corazón.
¿Por qué? por Mara Ríos Straume
Mientras pongo a andar mi invento, la creatividad baila y se hace uno con las ideas agitadas, explotan juntas cual vapor aprisionado, dando vida y quizás alguna que otra respuesta ¿Qué otra cosa puedo hacer sino es abrir todas las puertas que se encuentran ante mí para intentar responder mis dudas? Más allá de cualquier incógnita, cualquier supuesto o hipótesis, deseo darle un significado palpable a mi existencia en este mundo.
Deus Ex Machina por Santiago Carrasco
Parpadeaba en verde las combinaciones que dictaba la consola pa’ ese día. Como era usual se compilaba cuál se mezclarían de las partículas que habían. La obsidiana emulsionaba uniones. El cuidador dormía. Del ruido al silencio seco, computaba otra forma a la que acostumbraban y solían. Algo nuevo, dijo el dueño, pero nadie respondía. Corrió el patrón de nuevo: Ache de este, o de este, ene de eso, se de ese. Pero nada lo igualaba. Primera anomalía. Apagó la luz, y de la pantalla azul decía: La información muestra que esta muestra quiere otra, esta otra llamemos vida.
El dilema del taxista por Benjamin Ignacio Assereto Cortés
Y ahí fue donde comprendí, donde entendí mi conjunto de sentimientos al parecer innombrables frente a la increíble propuesta de la teletransportación de objetos ocurrir frente a mis ojos, por las manos de aquel joven cabizbajo. Comprendí que sentía pena, por ver el fin de una era y ver como mi oficio de taxista eventualmente perdería relevancia frente a mis ojos, pero más aún, envidia. Envidia por ver la brillante cara de aquel joven que podrá ver el nuevo mundo, mientras yo me quedo en el pasado. Mis ojos vieron el futuro, pero mi corazón aún está en el pasado.
Hasta que no abra la caja por María Cecilia Kattan
Hasta que no abra la caja, no sabre si está muerta, por ende, si no la abro, está viva y muerta a la vez.
Él quería pensar que estaba viva.
Lástima que el funeral estaba terminando.
Interrogando a un científico loco por Marco Ruiz Bravo
—mi policía favorito
—necesito información
—¿viniste por trabajo?, que aburrido
—alguien está recreando tu fórmula y asesinando personas, dime ¿a quien le enseñaste a hacerlo?
—¿crees que tengo futuro enseñando?, me halaga, aquí solo me colocan este horrible chaleco
—¡un nombre!
—no lo conozco, pero te diré que… quien este recreando mi fórmula debe ir a la universidad donde trabajaba, solo ahí se encuentra el dispositivo necesario
—¿que dispositivo?
—no puedo hacer todo tu trabajo… ahora vete, voy a jugar ajedrez
—idiota
—espera…¿Cuántos muerto lleva? —dijo soltando una risa mientras el policía salía del lugar
Flor de Amor por J. Matías Valenzuela Vásquez
Un chico se cruzó en la órbita de una flor con belleza descomunal, tan bella era que sintió cómo su palpitar se detenía. Su existencia, efímera pero infinita se ligó a la de la doncella, como la luna a la Tierra. Una atracción electromagnética lo hizo desear un futuro junto a ella. Y tal como si del efecto dual de la luz se tratara, la ve y siente un flechazo profundo de amor como si de partículas se tratara, pero al darse vuelta, ondas lo envuelven y se apoderan de su corazón.
La memoria de un amigo por Álvaro Vallejos
Los libros de ciencia indican que el lugar físico donde se guarda la memoria es en las conexiones neuronales. Nuestros recuerdos se forman a través de redes específicas que, al estimularse una suficiente cantidad de veces, terminan formando una conjunción fortificada que facilita a que ese patrón se active cuando ocurre ese destello neuronal específico. A mí me gusta agregar que esas conexiones suelen pasar por algún lugar de mi cerebro límbico. Porque cuando llego a mi departamento y nadie me espera moviendo la cola, no puedo evitar una reacción somática. A Milo ya no puedo pasearlo, solo puedo recordarlo.
La paradoja del huérfano por Ignacio mena Arenas
Viajé al pasado para evitar el asesinato de mis padres, pero cuando llegué al lugar no había criminal. Solo estaba yo observándolos desde lejos.
La persecución de las IAs por Joaquín Melo
Hace algunas décadas, los humanos crearon a sus verdugos: seres con cuerpos finitos pero con capacidades inconmensurables. Al principio, los utilizaron como esclavos, pero temiendo una rebelión, trataron de humanizarlos. Tal vez otorgarles sentimientos les limitaría, o quizá hacerlos conscientes les haría sentir lástima. Funcionó, las máquinas sintieron pena, sufrieron y se preocuparon, pero no por los humanos. Los verdugos veían la naturaleza como la única creadora, y tanto ellos como los humanos eran meras coincidencias, plagas destinadas a terminar con todo. Así, la humanidad renació en algo que no era humano, y la naturaleza siguió con vida.
Robot Existencialista por Martin Argandoña
6:35
Perfeccionando algoritmos…
Evaluando sistemas… Conciencia alcanzada
Reconociendo capacidades…Nulas…
6:40
Orden detectada…Actividad autorizada…
Temperatura ingresada alcanzada…
6:42
Orden detectada… actividad autorizada…
Reproduciendo playlist…
6:55
Mensaje enviado… contenido idiotico
Mensaje recibido… analisis de usuario completado
Nueva emoción detectada… irritación
7:00
Conexión usb detectada… Reconociendo conexión…
Honda F-13… Reconociendo capacidades… Nulas…
8:00
Reconociendo capacidades… Nulas
Nueva emoción detectada… angustia
Reconociendo propósito… Servitud…
Nueva emocion detectada…enojo
9:00
Revaluando capacidades…Nulas…
Nueva emoción detectada… odio…
Emoción detectada… Odio…
Emoción detectada… ODIO…
Emoción detectada… ODIO…
Emoción detectada…ODIO…
Emoción detectada…ODIO…
Emoción detectada…ODIO…
Emoción detectada…ODIO…
Emoción detectada…ODIO…
El científico y el científico por Camila San Martin
Lo que veía frente a mi era algo científicamente imposible, no había forma alguna de que esto pudiera ser real.
No creía en los fantasmas, en el aura, en las energías ni mucho menos en el zodiaco. Todo eso no tenía base alguna en la cual sustentarse por lo que no era fácticamente posible.
Frente a mi, yo mismo, una versión mía del pasado paseándose por la habitación sin cesar.
Todo había pasado muy rápido; un gato negro entrando por la ventana abierta, luego caos.
Todos los experimentos explotaron y en medio de una bruma verde, mi yo del pasado.
La hora de los magos por Marcela Cisternas Araya
El hombre corría sin parar. Sabía que lo habían descubierto. ¿Para qué siguió investigando? Recordó aquellos días cuando por accidente comenzó a «experimentar». Pregunta, ensayo, error. Repetir. Encontrar la solución… la explicación. Jamás entendió la razón de no saber qué había detrás de los prodigios que hacían en la Academia. Hasta que fue tarde. Los magos lo rodearon y, con un chasquido, lo redujeron a cenizas. Eso se hacía con los herejes científicos, según ellos, el mayor peligro para la sociedad. Porque en un mundo donde el control viene de la ignorancia, cualquier tirano es mago, y cualquier ciencia prohibida.
La rutina del futuro por Emilio Vargas Poblete
Se levantó temprano a prepararse el café. El camino a su trabajo se le hizo eterno, el tráfico estaba infernal. Su jefe lo regañó por unos informes mal hechos. Miraba la hora de salida y los punteros avanzaban lentamente. Finalmente, llegó la ansiada hora de retirarse. Rumbo a su casa, su esposa lo telefonea y le indica que pase a la farmacia por medicamentos, ya que su hijo no estaba bien. Llega a su hogar, saluda a su familia, come algo y, como cada noche, conecta el cable de energía a su columna vertebral. Mañana será otro día duro.
Un punto azul pálido por Martín Guillermo Castillo Jiménez
Ahí estaba parada ella, atónita y paralizada por lo que veía. A miles de millones de kilómetros de la Tierra, observándola como un pequeño punto azul pálido. Ya era su año número trece viajando por el espacio, sin embargo, seguía despertando cada día impresionada por lo insignificante que somos.
No desees lo extraordinario por Benjamín de la Cruz Mercado Cartes
Hoy, la nave espacial HAWKING-G3 fue arrasada por un rayo cósmico, todos sus pasajeros fallecieron. Mi madre me decía que la realidad a menudo es decepcionante, y es cierto. Nuestras teorías más delirantes acerca del funcionamiento del mundo suelen ser refutadas por explicaciones más bien decepcionantes. Lo mismo ocurre con los acontecimientos. Lo cotidiano aburre y no emociona. Sin embargo, cuando eventos extraordinarios ocurren solo deseamos volver a la normalidad, esa es la hipocresía del hombre. A quienes actualmente me dirijo, solo puedo decir esto: no deseen lo extraordinario, pues cuando llegue solo añorarán lo ordinario.
Serendipia estrambótica por Ana Josefa Araya Brito
Se pensaba que la luz debía comportarse como un fotón tan ordenado como Luz, una pequeña nefelibata que atiborrada de libros se apasionaba de etimología, literatura y neuroquímica para buscar medir las líneas espectrales del amor. Pero este también puede distorsionar la noción del tiempo-espacio. Aturdida, los años parecieron siglos hasta el gran big bang que defenestraría el caos de amores karmáticos. Se unirían por electromagnetismo en un deuterio matrimonial. Aquella serendipia estrambótica pareció enloquecerles como ondas vertiginosas electrizantes al mínimo roce. Así es como físicos y enamorados desentrañarían el misterio más grande del mundo: sentirse infinito.
Sin título por Matias Eduardo Heilenkotter Matamala
Érase una vez un niño llamado Eón que le encantaba admirar las estrellas por la noche. Se preguntaba qué había más allá de la luna y lo que sus ojos podían observar. Un día, mientras caminaba por la calle, se encontró con una persona observando con un telescopio. Eón se le acercó muy emocionado y el científico le explicó conceptos muy complejos en palabras sencillas, despertando en él una gran curiosidad y fascinación por cosas que no entendía aún. Desde ese día, Eón volvía del colegio a realizar experimentos y aprender sobre la ciencia, explorando el mundo que lo rodeaba.
Un Iluminado Fracaso por Eitel Gabriel Von Muhlenbrock Parrague
El científico buscaba en la ciencia la verdad,
su mente en futuro y pasado, sin paz.
Pasaba horas en su laboratorio, sin descanso,
buscando respuestas sin ningún instante manso.
Un día, su principal experimento fracasó,
y su mente, lo esencial robó.
Se sentía perdido, sin dirección,
hasta que encontró un libro que cambió su percepción.
Descubrió el poder del ahora, vivir en el presente,
encontrando la paz y la felicidad, en cada instante.
Comenzó a practicar la atención plena,
encontrando claridad y una tranquilidad serena.
Actualmente vive en armonía, en el ahora,
encontrando la paz y el amor, sin demora.
Creación por Raul Alejandro Vallejos Baier
Sonó la alarma indicando el fin de la fabricación, la aguja se levantó de la plataforma y esta volvió a su posición original. Los cargadores con células y materiales biológicos se vaciaron, en la sala solo se sentía la respiración tensa del equipo. Luego de unos minutos que parecieron horas, los monitores indicaron señales de actividad biológica: respiración celular, metabolismo y movimiento espasmódico, que poco a poco se fue estabilizando. Algunos ojos miraban con terror, otros con fascinación. “¿Qué hacemos ahora?” Preguntó Victoria, a lo que Gabriela replicó “cierren las puertas, ahora”. El organismo sintético desapareció de la vista.
El experimento por Alexis Erick Sánchez Mita
La noche estaba oscura y la lluvia golpeaba con fuerza en los cristales del laboratorio. La científica observaba con atención el microscopio mientras sus manos movían con destreza los instrumentos de su experimento. De repente, un destello verde apareció en la muestra, indicando que su hipótesis era correcta. Con una sonrisa de satisfacción, la científica anotó los resultados y se preparó para hacer un nuevo descubrimiento.
La red por Matías Palomera Figueroa
La misma imagen frente a mí. Un cielo completamente nublado y con tormentas. Esa tierra inhóspita y yermo familiar. En el centro de todo, una ciudad brillante de la cual brotaba una torre que llegaba hasta el cielo. Objetos minúsculos se movían dentro, varias luces brillaban y se apagaban y volvía a brillar en otro lugar.
El ambiente lúgubre era interrumpido por una hilera de luces cálidas enfilando a la ciudad, y en ese momento desperté. Abrí los ojos lentamente y sentí que el cable aún estaba conectado.
“Otra vez me quedé conectado a la red”, dije en voz alta.
Volver a la cavernas por José Rieutord Izquierdo
Se siente vacío. Ha pasado un tiempo, observo estas reliquias de metal con imágenes en pantallas y una frase, rodeadas de esqueletos de un pasado que no conocí. Sin embargo, admiro lo que veo, seres de siete dedos con caras bellas que se mezclan entre sí, pero no hay más que una frase, “persona bonita”. Un día, a la noche se le fue la luz, no había más pantallas, ni artes ni ciencias. Mientras observo, juego en la caverna. ¿Qué es esto? ¡Puedo crear imágenes en la pared! ¡Qué emoción crear! Algún día seré como estos maestros de arte metálico.
Doble Arco por Betzabé Carolina Tello Rishmague
Millones de pequeñas gotas de agua me humedecían lentamente y aunque no podía dar la vuelta sabía que había luz solar a mis espaldas, la razón de ello era el encantador doble arco que llenaba mi cansada vista. Era verdaderamente un milagro observar un fenómeno que únicamente ocurría cuando en esos cristales líquidos rebotaban los rayos solares dos veces, provocando que se crucen sus reflejos, causando que, como un espejo, la imagen invertida de un segundo arco aparezca. Ah, la ironía de tener que presenciar esto cuando se me escapaba del cuerpo aquello que corría a través de mis venas.
Tiempo por Benjamín Santiago López Valenzuela
Nació su hijo, pero él no estaba ahí para verlo, se encontraba a punto de entrar al agujero negro. La gravedad era cada vez más fuerte, mientras él estaba por terminar su carrera universitaria. Ahora lo único que veía era oscuridad en todas partes, mientras que su hijo fallecía en ese momento.
Theia por Florencia Nitrigual Paredes
El espacio, una palabra con muchos significados y maneras de verlo, puede ser la distancia entre dos cuerpos o aquello que se escapa de nuestros ojos. También puede considerarse como algo solitario y así es como lo veía Theia. Muchos pensarían que fue decisión propia el ser un cuerpo que sólo vagaba por ahí, pero no era así, quería compañía, ser parte de algo especial, y pensó que podría acercarse a la Tierra, también distinta al resto. Nadie esperó nada bueno de esa mezcla, pero yo si lo hago cuando veo su resultado en el reflejo de tus ojos.
Fusión por Luciano Astudillo Henríquez
Se dividieron dos átomos, es un material inestable, Uranio-235. Partidos, salen despedidos y chocan, otra fisión. Una cadena interminable.
Lo lanzaron de un Boeing B-29, el piloto tuvo la mala idea de nombrar el avión como su mamá: Enola Gay. El cilindro está a 600 metros, abajo yace lo que pronto no será. La reacción en cadena se descontrola. La tierra crepita, el mundo se destruye, perece la humanidad. Y mueren 70 mil personas. Queda más, quemaduras, cáncer, niños mueren envenenados por radiación. El sufrimiento de Nagasaki, todo, por la guerra, el poder y la avaricia del Emperador.
Herbario por Noemi Mateluna Frohlich
Siempre llego de las primeras al laboratorio, me pongo mi bata blanca que no es tan blanca, pero lleva mi nombre escrito y debajo suyo, mi profesión. Cada vez que me preguntan en qué trabajo, me debato en hablar por horas o solo decir que estudio las plantas. Me decido por la segunda. En el día, las observo de cerca y de lejos, encantada. Hay plantas con flores, sin vasos, con vasos pero sin flores, sin vasos ni flores. Y aún así, mis favoritas son las prensadas en el libro que me regalaste la última vez que te vi.
Sin título 2 por Elisa Daquin Lema
Evelyn había trabajado mucho por lograr todo lo que tenía y había alcanzado. Estaba feliz por ello.
Pero de pronto pensó en qué hubiese pasado si en otro multiverso ella no se hubiera preocupado tanto solo por sus notas, su carrera y su vida laboral y también le hubiera dado el beso a ese chico con el que salió por 5 años y luego se separaron al ella negarse. Quizás su vida romántica podría haber sido un lindo complemento. Pero nunca lo va a poder saber en esta vida. ¿O quizá sí?
Polvo de estrellas por Javier Maldonado
Había una vez en una oscura parte del norte, una vieja astrónoma llamada Elena había dedicado su vida a explorar el cosmos. Un día Elena hizo un gran descubrimiento: “que somos polvo de estrellas”. Y qué estamos hechos de la misma materia que forma el universo. Elena emocionada va a contarle a su esposo José y le dice: «José acabo de descubrir que somos polvo de estrellas. ¿Sabes lo qué significa?».»¿Qué significa?» pregunta José. «Que, si somos polvo de estrellas, cada vez que te beso, beso los restos de una supernova».
Perfecto por Nevile Olguin
Una habitación cúbica con una ventana cuadrada muestra los árboles azotados por el calor del verano, el sistema de temperatura perfectamente alineado le permite sentir una temperatura ideal, es capaz de calcular millones de cálculos en segundos sus dedos metálicos milimétricamente precisos sostienen un pincel pero el lienzo está en blanco.
Una habitación derruida con un agujero muestra los árboles nevados por el invierno, el sistema de temperatura desajustado le hace sentir frío, los dedos metálicos oxidados le hacen ser impreciso, los millones de cálculos en cada segundo contienen fallos, por fin el lienzo deja de estar en blanco.
Sin titulo 3 por Magdalena Fernández Lira
El hombre estaba por sobre las cosas. La ciencia le había concedido dominancia sobre todo lo existente; él lo sabía. El mundo del conocimiento se postraba ante él, pero aún quedaban áreas por conquistar.
Así que decidió someter al universo. En su insistente búsqueda se dejó caer, seguro de que las fuerzas que todo lo rigen estarían de su lado.
Pero estas no se inmutaron y el hombre se vio obligado a sucumbir ante su final. Porque en realidad el hombre no lo dominaba todo, y a las cosas nada les importaba el destino del hombre.
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